Por Vicenç Navarro
Este artículo señala que la
construcción del euro fue parte de un proyecto político, que está siendo
ampliamente exitoso, liderado por el mundo empresarial (tanto
financiero como industrial) para debilitar al mundo del trabajo y a la
Europa social que este creó. La complicidad de las izquierdas
gobernantes en este proyecto explica su enorme descrédito.
No hay plena conciencia entre la mayoría
de las izquierdas en nuestro país de que el establecimiento del euro
respondió a un proyecto de debilitar, por todos los medios posibles, al
mundo del trabajo y al modelo social que este mundo estableció y que
había convertido a Europa en un punto de referencia internacional para
todas las fuerzas progresistas del mundo. Este proyecto ha sido
altamente exitoso, como lo muestra que el mundo empresarial (tanto el
financiero como el industrial) está consiguiendo todo lo que ha deseado
desde hace mucho tiempo. Hoy los gobiernos están forzando la bajada de
salarios, el aumento del desempleo, el desmantelamiento del Estado del
Bienestar, la privatización de las pensiones y de los servicios públicos
como la sanidad, la educación, los servicios sociales, y otros. Todas
estas medidas se han realizado bajo el mandato de las instituciones que
gobiernan el euro, tales como el Banco Central Europeo, la Comisión
Europea, el Consejo Europeo y el gobierno alemán, instituciones todas
ellas de sensibilidad ultraliberal y que utilizan los instrumentos
financieros que tienen a su disposición para imponer tales políticas
neoliberales. Que esto es así es obvio. Y la evidencia empírica que
avala tal interpretación de lo que está ocurriendo en Europa es
abrumadora. Ni que decir tiene que los mayores medios de información,
controlados por tales intereses empresariales, ocultan esta realidad.
Encontramos múltiples ejemplos de esta
instrumentalización. Veamos uno de los casos más recientes. Hace unos
meses se aprobó el presupuesto plurianual de la Unión Europea, dentro de
las normas establecidas para la preparación de presupuestos en los
próximos siete años (sí, leyó bien, siete años). En estas normativas,
escritas en letra pequeña, se indica que cualquier transferencia de
fondos (que se definen como “ayuda”) a autoridades municipales,
regionales o nacionales (es lo que el lector ha podido ver en las
pancartas de su ayuntamiento o comunidad autónoma, en la que se indica
que el proyecto se ha financiado con fondos de la UE, con la bandera de
estrellas en lugar prominente) está condicionada a que el gobierno del
país se comprometa a seguir las políticas macroeconómicas neoliberales
(que no tienen nada que ver con el proyecto financiado) que incluyen la
retahíla de medidas que mencioné antes. Y estas medidas macroeconómicas
las dicta y las supervisa la Comisión Europea, el grupo de tecnócratas
que nadie ha elegido y que, en su mayoría, son de persuasión
ultraliberal. En otras palabras, la Comisión Europea le dirá al gobierno
español “usted no puede apoyar con fondos europeos la construcción, por
ejemplo, de un hospital en Girona, a no ser que usted, gobierno de
Madrid, se haya comprometido a bajar los salarios del país”.
El gobierno que ha promovido este
sistema (y que tiene una enorme influencia en la Comisión Europea) es el
gobierno alemán, máximo sostenedor de las políticas de austeridad hoy
en la UE y en la Eurozona. Y lamento decirle que usted, ciudadano
español, no tiene ninguna voz o posibilidad de cambiar esto, a no ser
que se movilice para que España salga de este sistema que tiene al país
estancado. Por cierto, parte de estos fondos vienen de su bolsillo,
reciclados a través de la siempre presente Comisión Europea. Y me sabe
mal informarle también que el Parlamento Europeo no pinta nada en esto.
Ni tampoco puede hacer nada. En realidad, intentó hacer algo, pero no le
dejaron. Había propuesto que los países pudieran utilizar fondos de la
UE que estuvieran catalogados como inversiones para estimular el
crecimiento, y también sugirió que en el cálculo del déficit público se
separara el gasto en inversiones del gasto en consumo. Pero todo sigue
como la Comisión decidió. ¿Lo entiende? Y mientras, se define como
extremistas a aquellos que quieren salirse del sistema por considerar el
cambio dentro del euro como imposible.
Los costes políticos del euro para las izquierdas
Una característica de nuestros tiempos
es el enorme descrédito de los partidos socialdemócratas en la Unión
Europea. De nuevo, los números hablan por sí mismos. El descenso de su
apoyo electoral (sobre todo entre las clases populares) ha sido enorme. Y
el número de militantes ha bajado espectacularmente. Como decía un
observador, con gran agudeza política, “los militantes de tales partidos
se han reducido a personas con cargos políticos, y a personas que
esperan poder tener cargos políticos”. Aun cuando esta frase tiene un
componente simplificador e injusto, lo cierto es que tales partidos han
perdido a las personas más comprometidas ideológicamente con el
socialismo, teniendo hoy muy poca capacidad de movilización.
Este descrédito se debe precisamente a
su complicidad en establecer tal sistema de gobierno del euro. De nuevo,
la evidencia que avala esta tesis es robusta. Es cierto que hay
intentos de cambiar tal sistema de gobierno, esfuerzo al que se le
añaden los partidos políticos más a la izquierda que la
socialdemocracia. Pero este intento de reformar el sistema de gobierno
asume que tal sistema es reformable, es decir, que puede cambiar para
que sirva al mundo del trabajo, que constituye la mayoría de las clases
populares. La evidencia, sin embargo, parece cuestionar que ello sea
posible. El caso citado anteriormente así lo señala.
La protesta generalizada y el hartazgo popular hacia esta Europa
Está también claro que el hartazgo de
las clases populares de la Unión Europea hacia tal entidad política está
alcanzando niveles amenazadores para la reproducción de tal sistema de
gobierno. Y es lógico que tal hartazgo lo lideren aquellas fuerzas
políticas que cuestionan más radicalmente la existencia del euro y de la
Unión Europea. El crecimiento de los partidos de la ultraderecha a
nivel de Europa es un indicador de ello. Su éxito se basa en su
radicalismo en contra de lo que llaman “las élites tecnócratas que roban
el poder nacional” (acusación que es difícil desmentir), proponiendo la
salida del euro y de la UE. En cierta manera, su éxito se debe al
fracaso de las izquierdas en entender y responder al enfado de las
clases populares hacia esta Europa, la Europa que de sueño democrático y
social se ha convertido en pesadilla antisocial y antidemocrática.
¿Hasta cuándo tendremos que esperar a que las izquierdas entiendan que
esta Europa no es cambiable y que otra Europa es posible?
Fuente: http://www.publico.es/
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