sábado, 21 de diciembre de 2013

¿De qué vida hablamos cuando hablamos de la vida?

Por  Sara Porras Sánchez
 
Desde la llegada al Gobierno del Partido Popular hemos asistido a un ataque sistemático sobre todos nuestros derechos. La reforma constitucional llevada a cabo por el PSOE y por el PP en su artículo 135, por el que nos condenaban al pago de la deuda por encima del mantenimiento del estado social, era sólo la antesala de estos dos terribles años.
En estos dos años hemos visto cómo nos privatizan hospitales, eliminan el endeble sistema de atención a la dependencia y privatizan —mediante la imposición de tasas impagables— las universidades españolas. Un ataque en lo social pero también un ataque en nuestros derechos civiles. La ya conocida como Ley Mordaza, la reforma del código penal o la privatización progresiva de la seguridad —con la modificación y ampliación de la funciones de la seguridad privada— son claros ejemplos del proceso destituyente que venimos sufriendo. Llamo proceso destituyente al que tiene como fin la modificación y destrucción de todos los consensos políticos y sociales que nos asistían, se trata de convertir a España en un país periférico y dependiente de una Europa depredadora, que hace ya tiempo renunció a ondear la bandera de las libertades para situarse cómodamente como una extensión de los intereses de los consejos de administración de las grandes empresas. Así nos bajan los salarios y abaratan nuestros despidos, mientras suben las  facturas de la luz y el precio de los medicamentos. En un país donde el presidente de Iberdrola gana 7 millones de euros anuales todavía continúan insistiendo en que somos nosotras las que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades.
Unido a este proceso de expolio y empobrecimiento generalizado las mujeres estamos afrontando los mayores ataques contra nuestros derechos desde el pacto de la transición. Y el mayor de ellos, sin duda, han sido las constantes amenazas que el partido en el gobierno ha hecho sobre la eliminación de nuestro derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y nuestra maternidad. Amenazas que, tristemente, parece que se materializarán hoy en el, ya temible, consejo de ministros.
El control de los cuerpos de las mujeres es una herramienta de dominación esencial del modelo patriarcal y una de sus manifestaciones más evidentes es el control de la natalidad de las mujeres, pues —y utilizando la metáfora de Silvia Federicci— el cuerpo de las mujeres se convierte en un proceso de acumulación originaria infinito consistente en la creación de mano de obra. Por eso su control por parte de las instituciones es el control de la producción de trabajadoras y trabajadores. El derecho de las mujeres a decidir sobre nuestros propios cuerpos se torna, desde este punto de vista, una amenaza directa a los cimientos del modelo económico.
Como pasa con la mayoría de los debates que afectan a derechos específicos de las mujeres, los presupuestos desde los que se construyen los discursos son, en muchos casos, tramposos. Buscan enmascarar, bajo dialécticas contundentes, injusticias sociales que, una vez salen a la luz en toda su magnitud, resultan de un carácter incontestable. El problema social que toca afrontar de manera ineludible es el derecho a la salud y a una vida libre de violencia, para el conjunto de la sociedad. No existe, por lo tanto, posibilidad de democracia cuando no están garantizados estos derechos para la mitad de la población.
Hay un hecho evidente: la existencia de embarazos no deseados. Tenemos que decidir qué medidas y qué marco legal vamos a articular en base a ello. La política debe por tanto centrarse en cómo intervenir sobre una realidad social específica y buscar soluciones. No debe, sin embargo, centrarse en elaborar disertaciones morales sobre las causas de esos embarazos, que es lo que pretenden la mayoría de los discursos a los que anteriormente me refería.
Lo que se está debatiendo, por tanto, no es otra cosa que la existencia de un marco legal que garantice el derecho humano a la salud de las mujeres. Que garantice que cuando decida enfrentarse a la interrupción de su embarazo, por las razones que sea, tendrá una atención médica segura que no pondrá en riesgo su vida.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, 80.000 mujeres mueren al año en el mundo por la práctica de interrupciones del embarazo en condiciones insalubres. Es indispensable, en este sentido, poner en el centro del debate el derecho a la vida de las mujeres. Resulta obvio plantear que el aborto ha existido siempre y, por lo tanto, plantear que, más allá de lo que se decida en ningún consejo de ministros, los abortos seguirán existiendo. Por mucho que se pretenda hacer del pecado ley, aquellas mujeres que tomen la decisión de interrumpir su embarazo, seguirán tomándola aunque esa decisión siga costándonos nuestras vidas. Téngase por lo tanto esta premisa inicial como una realidad material harto demostrable.
Porque nos importan las vidas, tenemos claro que es indispensable hablar de en qué condiciones son vividas. Proteger la vida de las personas, desde un punto de vista político, es decir, desde un punto de vista material, significa desarrollar servicios sociales que articulen la convivencia y la redistribución de bienestar. Es absolutamente incompatible con una sociedad democrática, no desarrollar servicios sociales que garanticen el desarrollo de la vida como son escuelas infantiles públicas y gratuitas, atención socio-sanitaria universal, comedores sociales, ayudas a la crianza… y al mismo tiempo pretender criminalizar a aquellas mujeres que deciden no ser madres. Hay que denunciar que no es posible seguir pretendiendo que la maternidad sea un valor absoluto en lo moral en una sociedad que no articula ninguna medida que realmente proteja dicha maternidad. La criminalización de las mujeres que interrumpen su embarazo nada tiene que ver con la protección de la vida y huelga decir que nada tiene que ver con la prevención de embarazos no deseados.
Si lo que se quiere es proteger la vida es indispensable la creación de un marco que garantice la práctica médica de la interrupción del embarazo bajo unas condiciones socio-sanitarias seguras. Asimismo es igualmente indispensable enmarcar cualquier tipo de regulación de este calado desde una perspectiva múltiple, hablamos de una ley de educación sexual y derechos sexuales y reproductivos. Insisto en esta idea: el problema social real es la existencia de embarazos no deseados. La interrupción del embarazo debe ser una medida de urgencia, no una solución al problema, la política pública real, el reto, es evitar los embarazos no deseados.
Y así lo denunciamos desde las calles y desde nuestros barrios. Y así lo reflexionaron muchas compañeras feministas que pelean en nuestro país por garantizar nuestros derechos. Por ello escogí uno de sus lemas para titular el artículo, porque hablamos de vidas, de las nuestras; sirva este título como mi homenaje y reconocimiento a sus luchas y sus ideas, de las que sin duda nos seguiremos nutriendo y seguiremos enriqueciendo con nuestro saber hacer juntas.
En primera instancia la lacra social de la violencia machista en un factor esencial en este debate. Es indispensable seguir profundizando en la erradicación total de dicha violencia en todas sus dimensiones y, en este caso concreto, nos referimos a una de sus manifestaciones más execrables como es la violación. Sobre este respecto podrían decirse muchas consideraciones, nuestro afán aquí es enunciarlo como problema esencial también dentro de este debate.
En segunda instancia es absolutamente necesario incluir la educación sexual dentro de todas las etapas educativas. Pues si bien sabemos que hay múltiples causas para los embarazos no deseados, una de ellas es la falta de información así como de acceso a medios anticonceptivos. Una vez más vemos cómo este gobierno elimina la educación para la ciudadanía y financia centros de educación segregados.
Por último hay otra reflexión que debemos hacernos. El problema del acceso a la salud es también un problema de clase. Así las mujeres que puedan permitírselo seguirán accediendo a clínicas privadas que a cambio de dinero les garantizarán confidencialidad y la mejor de las atenciones médicas. Como pasa siempre que los poderes públicos cierran los ojos ante las injusticias sociales: los de arriba continuarán gozando de todos sus derechos, mientras para las de abajo seguirá siendo un reto seguir con vida.
Por todo ello quiero manifestar la necesidad de plantear la desobediencia activa, en las calles y en todos los espacios en los que nos encontremos. No vamos a dar ni un paso atrás en nuestros derechos, y esta lucha no termina con la aprobación de ninguna ley injusta. Las mujeres vamos a seguir peleando porque sabemos que los derechos se ganan ejerciéndolos. Esta tarde nos vemos en las calles a partir de las siete y nos seguiremos encontrando en tantos otros espacios, no nos paran ni nos callan, las libertades se conquistan.

Fuente: http://www.publico.es/

martes, 17 de diciembre de 2013

LA MANIPULACIÓN

Es necesario explorar las formas que toma la dominación por parte del Poder, conocer las causas de su aparición y su evolución en las sociedades. Sólo así se puede conocer hasta qué punto la dominación moldea los pensamientos más íntimos y hasta las acciones más simples del ser humano en la sociedad en la que vive.

El ser humano puede ser manipulado, programado y controlado desde fuera de sí mismo. La soberanía de su dignidad y libertad se desmorona. La manipulación es una forma de control mental y social, y ocurre cuando falta consciencia en el ser humano. Entonces se le reduce a un simple objeto. La manipulación es una violación de la libertad, una forma de violencia y de deshumanización.





La manipulación se da allí donde no existe consciencia crítica por parte del manipulado. No es una simple influencia, sino una forma irracional de ejercer la influencia y el poder; es el ejercicio del Poder de forma moralmente ilegítima, sin auténtica autoridad. La persona manipulada no percibe el ataque, pues los estímulos de la manipulación permanecen ocultos a la consciencia. Por medio de determinados arreglos, hechos con habilidad, la manipulación permanece oculta a la consciencia. El manipulador crea así una falsa consciencia, a partir de la cual la víctima cree equivocadamente que vive racionalmente, y que toma decisiones racionales.

Nos encontramos en una sociedad en donde llaman libertad a una vida programada, manipulada, superficial, encauzada dentro del marco de sus interesadas leyes, costumbres e intereses. Uno de los pilares que sustentan el actual Sistema es el control, muy sutil en algunos casos y no tanto en otros. De un modo u otro, el elevado grado de control mental que el Poder ha logrado ejercer sobre las personas es, por lo menos, preocupante y alarmante. El “pensamiento único” se extiende, aparentemente sin oposición, los intereses capitalistas parecen confundirse cada vez más con los intereses de la humanidad. El control es cada vez más amplio y abarca tanto el ámbito privado o individual como el social. Si no se hace nada para evitarlo, si no se es consciente de ello, “los valores del sistema” se imponen, se instalan en la mente, en la percepción y en el sentir, en el criterio… anulando toda muestra de sentido crítico. Y en el peor de los casos, el “Sistema” u “orden social establecido” llega a predeterminar y dirigir nuestras vidas. Sorprende ver como millones de personas acudimos obedientemente, día tras día, a los puestos de trabajo que nos han asignado –o a la escuela, o a la cola del paro. Es necesario reflexionar sobre el hecho de que millones de personas aceptan y justifican sumisamente las injusticias y crueldades ocasionadas por el Sistema.

El Poder y sus secuaces, utilizando recursos que parecen venidos de la ciencia ficción, pretenden determinar cómo hemos de vivir y como hemos de pensar. Intentan, con evidente éxito, establecer nuestros gustos, horarios, opiniones… El significado de los términos “bueno” y “malo” ha sido monopolizado y falseado por ellos.

El control se manifiesta en los diferentes ámbitos de la vida en la familia, la escuela, el trabajo, el “ocio”… Sin este control sobre el pensamiento de las personas no podrían mantener sus privilegios, sus intereses, su poder… por eso no escatiman en recursos ni energías para poder seguir ejerciéndolo. Las relaciones jerarquizadas o relaciones de poder ente patrón-obrero, padres-hijo, profesor-alumno, etc. Han sido interiorizadas hasta tal punto que parecen “normales”, inevitables, incluso naturales. Así van generando una sociedad cada vez más obediente y pasiva.

Mediante el control que logran establecer sobre cada uno de nosotros, consiguen eso que ellos llaman “consenso social”, “paz social” o “sociedad democrática”, y que tiene mejor nombre: control social o sociedad totalitaria. La imposición del control social o de “pensamiento único” utiliza todos los medios a su alcance. Desde la escuela inculcan los “valores” que rigen la sociedad –competitividad, productividad, respeto a la autoridad…-, desde los medios de “comunicación” nos bombardean con noticias que ocultan la verdad, con anuncios sobre los que debemos consumir, con modelos o estereotipos en los que nos tenemos que basar… Los mass-media, y quienes están detrás, producen y controlan la “información”, sin tener reparos en manipularla o “adaptarla” a sus intereses. Hoy en día los mass-media se han convertido en un arma muy eficaz para el Poder, y al mismo tiempo, en un elemento a combatir y desenmascarar.

El Poder se emplea a fondo en la manipulación de la cultura y en la comercialización del arte, pues la “cultura” es otro de los medios que le sirven al Estado para mantener su dominio. Liberarse de la zarpa de la “cultura” hace al ser humano menos obediente, menos pasivo y más creativo. A unas circunstancias determinadas, a un determinado tipo de sociedad, de relaciones sociales, de relaciones de producción corresponde una cultura determinada. Es preciso, por tanto, colocar tras el nombre de cultura los adjetivos que le correspondan, en este caso cultura capitalista, consumista, mediatizada y mediática, especuladora, etc. El Poder tiene la capacidad de fabricar la realidad a su medida, y lo hace por medio de la cultura.

Cultura viene a ser todo ese conjunto más o menos complejo de elementos cuya misión es legitimar esta sociedad, es la encargada de reproducirla, de perpetuarla. La cultura es necesaria para crear un acuerdo sobre el tipo de sociedad y una adhesión a ella. El Poder presenta mediante la cultura su modelo de sociedad, y lo hace como la única posible, la normal, la natural, la mejor. Así, las capas más desfavorecidas económicamente, las que podrían cuestionar una sociedad basada en el tener, apenas articulan contestación, cuestionamientos o protesta. Sobre aquellos excluidos económicamente, socialmente, el Poder debe potenciar la inclusión cultural para que no se produzca una fractura en el Sistema.

El control social afecta a todas las personas pero, evidentemente, se ven perjudicadas en mayor medida por este control todas aquellas que han optado por no adaptarse al Sistema, sino por enfrentarse a él. Es entonces cuando el Estado despliega todos sus medios: cuerpos represivos y policiales, servicios de información y bases de datos donde se almacena información sobre los rebeldes, sistemas de vigilancia –videovigilancia, intervención telefónica (teléfono móvil incluido), tecnología de búsqueda (FLIR, GPS, que es un sistema de vigilancia que detecta la posición de una persona en cualquier lugar, tecnología de reconocimiento facial), tecnología de visión nocturna, sistema Echelon…- infiltración de agentes en grupos disidentes, represión y criminalización de los llamados movimientos sociales, montajes policiales y mediáticos para detener y encarcelar a personas molestas para el orden dominante… y, en último lugar, la mayor expresión de la represión: la muerte o la cárcel.

Es usual que se infiltren elementos policiales en los grupos que se oponen al Sistema para sonsacar toda la información posible acerca de quienes son, cómo funcionan, cuales son sus objetivos, sus medios… En ocasiones, cuando disponen de la mínima información necesaria, recurren a los montajes policiales, que son cada vez más eficaces gracias a la inestimable ayuda y colaboración de los medios de “comunicación”. El Estado es el que ordena que se inicie la represión, la policía crea las “pruebas” y los medios de “comunicación” colaboran a encubrir y adornar el montaje convirtiéndolo en realidad a los ojos de la gente de la calle.







Fuente: http://www.proyectopv.org/1-verdad/manipulacion.htm